Talismanes |
Hay algo en el desván que pudo estar perdido,
que pudo ser la pieza que faltaba.
Un lápiz, una llave,
quizá los restos de un cuaderno
y el dibujo preciso de una isla
y un mar, y unos delfines
que desde el agua impulsan todo el aire.
Abalorios, juguetes cobrados al azar,
cancioneros que nunca te gustaron.
Una foto de grupo, y ese niño
al centro-- ya no reconoces
la distracción de su mirada
ni el severo grosor de sus anteojos. |
Ya no te reconoces. |
Pero al subir la escalerilla
que conduce al desván (cuarto cerrado
por láminas de tierra y por sustancias
amargas)
te pareció la noche menos tenue,
los peldaños más firmes,
y sentiste el aroma de una ropas
tendidas en el gancho de lo incierto.
Lo adivinaste: hay algo en el desván,
algo que pudo estar entre tus manos
y perderse, y entrar en la memoria
como salen del mar el aire y los delfines:
dejando sólo su reflejo. |
El Zahir, núm. 10, julio-agosto
de 1996.
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