Regreso de Ítaca
A Ernesto Lumbreras
I
Cavafis ha vuelto de Ítaca a escribir
sobre el silencio. Después de haber tirado monedas en el agua,
subirá las escaleras en busca de una fogata que se deslice a
través del tifo, en donde los muchachos puedan cobrar por su
temperatura. En el vapor, en el sexo que ha permanecido en una cama
de Alejandría, dejará un camino de colillas para hallarse.
Por la mañana, las palomas habrán de picotear la calle
y en ausencia de migajas, un misterio caerá en continuas migraciones.
II
Atenas es otro poema en busca de trama al que
hay que regresar después del viaje para escribir en sus columnas
acerca del retorno; el agua del placer, el té para matar a las
arañas, monedas de cobre en el verano.
Pero Cavafis volvió de noche, sin anteojos, y su tropiezo con
violas y rodillas le recuerda el enmudecimiento en el velero, camino
a la última estancia.
En su cuarto, la espera de los días deberá ser a la altura
del mar, entre la emancipación del opio. El mar, ese abandono
de oración que lo inundará por completo.
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