OCTAVIO PAZ POR ÉL MISMO
1984-1994
 

Octavio Paz llega a su 80 aniversario en la plenitud de sus poderes críticos y artísticos. En 1990 recibió el Premio Nobel de Literatura, concedido por primera vez no sólo a un poeta mexicano, sino a un hombre de ideas de la lengua española. Durante esta última década, Paz ha seguido protagonizando episodios polémicos en la vida intelectual de México y del mundo. En el primer caso, Paz no ha dejado de intervenir activamente en la incierta transición mexicana hacia la democracia plena; en el segundo cabe destacar su participación en el encuentro que conmemoró los 50 años del Congreso Internacional de Escritores Antifascistas de Valencia, celebrado en esa misma ciudad en 1987. Notable resonancia tuvo, igualmente, su intervención en el coloquio organizado por Vuelta sobre "El siglo XX: la experiencia de la libertad" en 1990, donde intelectuales del Este y del Oeste, discutieron las consecuencias de la caída del comunismo en Europa central. Este evento fue de gran significación en la trayectoria de Paz, pues los acontecimientos de 1989 --con su secuela, el fin de la Unión Soviética en 1991-- ratificaron en los hechos los largos años de combate del poeta contra el totalitarismo soviético. En Pequeña crónica de grandes días (1990) están reunidos los artículos que Paz escribió sobre sus jornadas.

Mientras que en Árbol adentro (1987) se presenta su poesía escrita entre 1976 y 1988, la obra ensayística de Paz ha aumentado en volumen e intensidad durante estos últimos años, que han visto la aparición de La otra voz. Poesía y fin de siglo (1990), Convergencias (1991), Al paso (1992) y Un más allá erótico: Sade (1993).

En el año de su 80 aniversario el Fondo de Cultura Económica y el Círculo de Lectores han comenzado la publicación de las Obras completas de Octavio Paz en catorce tomos, en una edición preparada por el propio autor. Un par de libros más, finalmente, presentan la obra viva de Paz como un presente en movimiento: Intinerario y La llama doble, ambos aparecidos en 1994. El primero es una suerte de sumario donde el poeta realiza un examen biográfico de sus desencantos ideológicos y de sus pasiones políticas; el segundo es una reflexión histórica y moral sobre su amor y erotismo, esa llama doble que ha alumbrado el camino literario del poeta. La obra de Octavio Paz es, en sus ochenta años, un conjunto monumental que llena el horizonte de nuestro fin de siglo. (CDM.)
 

El lugar de la prueba*

(Valencia 1937-1987)

Hace 50 años, el 4 de julio de 1937, en esta ciudad de Valencia --para la que parece haber sido escrita la línea de Apollinaire: bello fruto de la luz-- inició sus trabajos el Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. La guerra civil que desgarraba a los campos y las ciudades de España se había convertido en guerra mundial de las conciencias. En el Congreso que hoy recordamos participaron escritores venidos de los cuatro puntos cardinales. Muchos eran notables y algunos verdaderamente grandes; dos fueron mis maestros en el arte de la poesía, otros fueron mis amigos y todos, en esos días encendidos, mis camaradas. Compartí con ellos esperanzas y convicciones, engaños y quimeras. Estábamos unidos por el sentimiento de la justicia ultrajada y la adhesión a los oprimidos. Fraternidad de la indignación pero también fraternidad de los enamorados de la violencia. La mayoría ha muerto. Al evocarlos, trazo el gesto que aparece en las estatuas de Harpócrates, en el que los antiguos veían el signo del silencio. Callar ante sus nombres no es olvido sino recogimiento momento de concentración interior durante el cual, sin palabras, conversamos con los desaparecidos y comulgamos con su memoria.

Casi todos los sobrevivientes, dispersos en el mundo, a veces separados por ideas diferentes, hemos acudido al llamado que nos ha hecho el grupo de escritores españoles que ha organizado este Congreso. No se nos ha invitado a una celebración; este acto perdería su sentido más vivo y hondo si no logramos que sea también un acto de reflexión y un examen de conciencia. La fecha que nos convoca es, simultáneamente, luminosa y sombría. Esos días del verano de 1937 dibujan en nuestras memorias una sucesión de figuras intensas, apasionadas y contradictorias, afirmaciones que se convierten en negaciones, heroísmo y crueldad, lucidez y obcecación, lealtad y perfidia, ansia de libertad y culto a un déspota, independencia de espíritu y clericalismo --todo resuelto en una interrogación. Sería presuntuoso pensar que podemos responder a esa pregunta. Es la misma que se hacen los hombres desde el comienzo de la historia, sin que nunca nadie haya podido contestarla del todo. Sin embargo, tenemos el poder de formularla con claridad y tratar de contestarla con valentía. No buscamos una respuesta total, definitiva: buscamos luces, vislumbres, indicios, sugerencias. Queremos comprender y para comprender se requiere intrepidez y claridad de espíritu. Además y esencialmente: piedad e ironía. Son las formas gemelas y supremas de la comprensión. La sonrisa no aprueba ni condena: simpatiza, participa; la piedad no es lástima ni conmiseración: es fraternidad.

*Discurso inaugural del Congreso Internacional de Escritores (Valencia, 15 de junio de 1987), celebrado en conmemoración del Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas (Valencia, Madrid, Barcelona, París, julio de 1937)

Pequeña crónica de grandes días, FCE, 1990, pp. 94-95.
 

15 Años de Vuelta (1991)

Vuelta cumple con este número, el 180, quince años de vida. Pero nuestra aventura comenzó antes, hace veinte años: Vuelta es una continuación de Plural, cuyo primer número apareció en octubre de 1971. En julio de 1976 abandonamos Plural, no el espíritu ni los propósitos que nos animaban: tres meses después, en noviembre de ese año, fundamos Vuelta. Entre Plural y Vuelta las semejanzas son mayores con características propias, son dos momentos de la misma empresa, en la antigua acepción caballeresca de la palabra: designio o acción ardua que se lleva a efecto con resolución. Continuidad no significa inmovilidad ni repetición; el grupo inicial de Vuelta se ha enriquecido con varios nombres nuevos y desde hace unos años funciona una Mesa de Redacción compuesta por escritores jóvenes. Vuelta fue un regreso a los propósitos que inspiraron a Plural y también fue algo distinto: un punto de partida.

Comenzamos nuestra empresa en un período de la empresa intelectual de México y de América Latina notable por la violencia de sus debates ideológicos y por el temple beligerante de sus protagonistas. Nadie estaba dispuesto a oír a su vecino y todos querían imponer su opinión a los otros. La mayoría de los intelectuales mexicanos, sobre todo los jóvenes salidos de las barricadas universitarias de 1968, profesaban ideologías compactas y contundentes que empuñaban como caprichosas. Nada más ajeno al clima de estos años que la palabra Plural. Nosotros nos atrevimos a usarla como homólogo de multiplicidad y diversidad. Fuimos recibidos con anatemas, vituperios y quemazones; alguien decretó que "habíamos sido expulsados del discurso político". Sin embargo, hoy las palabras Plural y Pluralismo son de uso corriente y aparecen con monótona frecuencia en los labios y los escritos de los mismos que nos combatían. ¿Se han convertido en la tolerancia? No hay que hacerse demasiadas ilusiones: el vaivén de las palabras indica que las opiniones han cambiado pero ¿las actitudes? Sea como sea, en Vuelta hemos sido fieles a nuestro pluralismo inicial y hemos procurado enriquecerlo y matizarlo. No es una doctrina sino una regla de convivencia política y estética.

Desde el principio nuestra intención fue servir a la literatura viva de nuestra lengua, especialmente a la mexicana. Nuestro propósito nunca ha sido enciclopédico sino parcial, en el sentido de que daba Baudelaire a esta palabra para definir al arte y a la literatura de la modernidad. Pluralismo no es eclecticismo. Hemos publicado y publicaremos lo que amamos o lo que nos conmueve, lo que estimamos o nos gusta, incluso si a veces nos contradice. No pocas veces nos hemos equivocado y hay escritores contemporáneos de valía que no figuran en nuestros sumarios. En ocasiones, por culpa nuestra; en otras, por culpa suya. En materia de arte y de literatura no nos ha guiado una doctrina o un cuerpo de preceptos; nos ha regido una potencia misteriosa, rebelde a la definición, hecha de razones y de corazonadas, de amor a las tradiciones y afición a los riesgos --ese conjunto de afinidades, diferencias y contradictorias simpatías que llamamos gusto. Es vano querer justificar o defender al gusto: no es una filosofía sino una segunda naturaleza. Por eso es irrefutable. El gusto se defiende solo; así nos defiende.

La literatura nunca es un reflejo mecánico de la sociedad: al reflejarla a veces la transfigura y otras la contradice. Por ejemplo, la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos y trapiar nuestra casa ha sido constante en nuestra historia. Probablemente es un rasgo heredado de Nueva España --ciudadela amurallada de la Contrarreforma-- y en nuestros descalabros desde la Independencia han acentuado y fortificado. Sin embargo, con igual constancia, nuestra literatura se ha negado a seguir esta predisposición y, con frecuencia, le ha opuesto una viva y abierta curiosidad ante lo que se piensa y se escribe en otras tierras. Una y otra vez los escritores mexicanos han roto el solipsismo en el que se han querido encerrar a nuestro país. Esta ha sido la tradición de nuestras revistas literarias desde el comienzo del siglo, de la Revista Moderna a la Revista Mexicana de Literatura en sus dos épocas y de Contemporáneos a Taller, Tierra Nueva, El Hijo Pródigo y Diálogos... Y ésta es la tradición que han querido continuar Plural y Vuelta.

Hemos creído y creemos que una de las maneras de servir a la literatura viva de México es comunicarla con las de otros países y otras lenguas. No siempre ha sido fácil. Nuestro siglo comenzó con una gran y violenta explosión de tendencias y movimientos literarios (los ismos); por razones que no es posible analizar aquí, este fin de siglo ha sido el del desvanecimiento de las escuelas, los movimientos y las tendencias. Al mismo tiempo no han cesado la aparición de talentos individuales y de obras únicas. Recoger esta diversidad ha sido una tarea ardua y dificultosa: los  antiguos centros de la literatura mundial han desaparecido. Hoy el centro está en todas partes. A pesar de todo, nuestro esfuerzo no ha sido del enteramente vano: muchos de los escritores extranjeros que publican ahora las revistas y los suplementos literarios de la capital y de la provincia fueron dados a conocer primero en las páginas de Plural y de Vuelta.

En las revistas de arte y literatura del pasado inmediato sólo de manera esporádica se debatían los asuntos públicos. Aunque la política colinda con la moral y la filosofía, las publicaciones que nos antecedieron evitaron casi siempre estos temas. Una excepción: las revistas claramente doctrinales, en general filomarxistas. En esto se distinguieron Plural y Vuelta: desde sus primeros números participaron con decisiones en la gran controversia que ha conmovido a las conciencias en la segunda mitad del siglo XX. No es necesario justificar nuestra actitud: corresponde a una exigencia de los tiempos. Las relaciones entre literatura, la política y la moral son un rasgo característico de la Edad Moderna, desde los primeros románticos. Al finalizar nuestro siglo estas relaciones asumieron la forma de un debate universal entre las democracias y  el socialismo autoritario. Sin cerrar los ojos ante las fallas y las iniquidades de las sociedades democráticas liberales, nosotros vivimos en los regímenes comunistas una perversión del socialismo.

Por complejas razones en las que tampoco podemos ahora defendernos, la causa del socialismo totalitario ganó muchos adeptos. La intoxicación ideológica afectó a un gran número de intelectuales de Europa, América Latina y otros continentes. La dolencia nubló, más que a su vista, a su juicio moral: todos se negaron a aceptar que las gigantescas y férreas fortalezas en que se transformaron los Estados comunistas habían sido construidas sobre inmensos charcos de sangre. No eran monumentos a la libertad sino a la esclavitud humana. América Latina no escapó al contagio y en México el catecismo marxista-leninista se convirtió en el libro de horas de muchos intelectuales, tal vez de la mayoría. Para combatir a esta enfermedad colectiva acudimos al único remedio conocido y probado: la crítica. Fue una polémica ideológica, y, sobre todo, fue un servicio público de higiene intelectual y moral. Tuvimos éxito a medias. Pero lo que no logró la razón, lo consiguió con brutal e irrefutable dialéctica la realidad misma. Aquellos castillos que parecían inexpugnables de pronto se convirtieron en molinos de viento. ¿Qué ha quedado de todas esas quiméricas construcciones?

Tampoco era alentadora la situación política, moral e intelectual de México en 1971. Aunque la revuelta de los estudiantes, tres años antes, fue reprimida con saña, había estremecido al sistema político mexicano. Para los líderes juveniles y para sus maestros, los intelectuales filomarxistas, el sacudimiento era anunciado de una transformación revolucionaria. Unos tenían los ojos puestos en Cuba. otros en Moscú y otros en Pekín. Para nosotros, en cambio, era un signo de la madurez de la nación y anunciaba el comienzo de la descomposición del sistema político mexicano, instaurado en 1929 con la fundación del Partido Nacional Revolucionario (hoy PRI). En Plural iniciamos la crítica del partido hegemónico y de las taras y mentiras que corrompen a nuestra vida política. La continuamos en Vuelta. Nuestra crítica no era ni es programática; no somos un partido político sino un grupo de escritores independientes, cada uno con una visión personal de las cosas. Nos unía --nos une-- la convicción de asistir a un proceso, largo y sinuoso, encaminado hacia la democracia y el pluralismo. Un proceso que todavía está lejos de terminar. Nos propusimos acelerarlo y allanarlo con el único medio al alcance de los escritores: la discusión pública y la crítica. En 1985 dedicamos el tema a una serie de artículos bajo el título general: PRI: Hora cumplida.

Nuestra actitud nos atrajo la doble enemistad de los jerarcas del PRI y de los intelectuales de izquierda, los primeros empañados en defender el statu quo, los segundos empecinados en su programa revolucionario. Unos y otros han cambiado; mejor dicho, la realidad los ha cambiado: los dirigentes del PRI hoy aceptan que su partido, so pena de desaparecer o provocar estallidos, tiene que transformarse, romper sus lazos con el Estado y democratizarse radicalmente; por su parte, los intelectuales de izquierda declaran con ostentación y a veces con intolerancia sus convicciones democráticas y pluralistas, aunque todavía abundan entre ellos los defensores de Castro y de su tiranía. Nos satisfacen estas declaraciones pero nos repetimos, con cautela, el refrán: del dicho al lecho hay mucho trecho.

El recuento anterior revela que los propósitos de Plural y de Vuelta se han cumplido en buena parte. En estos veinte años el mundo ha cambiado y México ha cambiado. ¿Estamos satisfechos? Sí y no. Todo en este bajo mundo es relativo; pedir más, será pedir gollerías, como decían nuestros abuelos. Pero es claro que falta mucho, muchísimo por hacer. Si Vuelta quiere vivir y no meramente sobrevivir, tendrá que hacer frente a los cambios que vivimos y tendrá que cambiar ella misma. Tendrá que ser otra. Tanto la incompleta evolución política de México como los cambios en el mundo nos hacen preguntas que debemos contestar. La desaparición de los regímenes comunistas nos obliga a ver con ojos más severos y con ánimo más riguroso la realidad de las democracias liberales de Occidente. Las desigualdades siguen siendo escandalosas. Lo mismo en el interior de las sociedades desarrolladas (la desolación de Harlem a la próspera Nueva York) que en Asía, África y América Latina: la mayoría del género humano sufre todavía penalidades inhumanas. No menos aterradores son la resurrección de los nacionalismos agresivos, las idolatrías tribales y los fanatismos religiosos, la degradación general de la cultura y la chabacanería de las masas intoxicadas por la publicidad y el consumismo (pan y circo), el culto al éxito y el dinero, el individualismo feroz, y, en fin, el desierto que avanza y seca el alma de los hombres... Mientras tanto, la literatura y las otras artes continúan; surgen nuevos talentos y nuevas obras que reclaman nuestra atención. Doble, inmensa tarea: preservar y cambiar.

México, noviembre de 1991.
Obras completas, FCE/CL, tomo 8, pp. 571-575.
 
 
Ejemplo

LA MARIPOSA volaba entre los autos.
Marie José me dijo: ha de ser Chuang Tzu,
de paso por Nueva York.
                                       Pero la mariposa
no sabía que era una mariposa
que soñaba ser Chuang Tzu
                                          o Chuang Tzu
que soñaba ser una mariposa.
La mariposa no dudaba:
                                     volaba.
 

Hermandad
            Homenaje a Claudio Ptolomeo

Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
Obra poética, 1935-1988, Seix Barral, 1990, pp. 667,681

 
 
El siglo XX: La experiencia de la libertad*

1. La experiencia de la libertad

Unas pocas palabras para iniciar esta primera conversación. Muchas personas me han preguntado por qué hemos llamado a nuestro encuentro: "El siglo XX: La experiencia de la libertad". Diré muy brevemente porqué la libertad, más que una idea o un concepto, me parece que es una experiencia. La libertad, como idea, es el dominio de la filosofía. Pero se trata de un término que escapa a las definiciones; la disputas entre la libertad y el determinismo nació al mismo tiempo que el pensamiento filosófico y todavía sigue abierta. Hay una expresión célebre que confirma la extraordinaria ambigüedad de esta palabra: "la libertad es la elección de la necesidad". Es la gran refutación de la libertad y, al mismo tiempo, su gran victoria. En la tragedia griega encontramos la misma indecisión; para que la fatalidad se cumpla, nos dicen una y otra vez Esquilo y Sófocles, se necesita la complicidad de la voluntad humana. Los agentes del destino son los hombres y los hombres conquistan la libertad cuando tienen conciencia de su destino. Enigma filosófico: "somos libres por gracia de Dios". Por todo esto, pienso que la libertad, más que idea filosófica o concepto teológico, es una experiencia que todos vivimos, sentimos y pensamos cada vez que pronunciamos dos monosílabos: sí o no. La libertad no se deja definir en un tratado de muchas páginas pero se expresa en un simple monosílabo.

Mientras pensaba en esta paradoja recordé un poema que escribí hace cuarenta y cinco años, al final de la segunda guerra. Su tema es la libertad, que yo veía unida a la imaginación. Todavía lo creo y por eso me atrevo a repetir unas cuantas líneas de esa viejo poema:
 

La libertad es alas,
es el viento entre hojas, detenido
por una simple flor; y el sueño
en el que somos nuestro sueño;
es morder la naranja prohibida,
abrir la vieja puerta condenada
y desatar al prisionero:
esa piedra ya es pan,
esos papeles blancos son gaviotas,
son pájaros las hojas,
y pájaros tus dedos: todo vuela.
 
La imaginación en libertad transforma al mundo y hecha a volar las cosas y los seres que toca... Sin embargo, hoy haría esta crítica a esos versos juveniles: la libertad se disipa si no se realiza en un acto. Le pasa lo que a la pluma de Kant: para volar necesita vencer tanto la resistencia del aire como la atracción hacia el suelo, la fuerza de la gravitación. La libertad, para realizarse, debe bajar a la tierra y encarnar entre los hombres. No le hacen falta alas sino raíces. Es una simple decisión --sí o no-- pero esta decisión nunca es solitaria: incluye siempre al otro, a los otros. La libertad es la dimensión histórica del hombre. Lo es por ser una experiencia en la que aparece siempre el otro. Al decir sí o no, me descubro a mí mismo y, al descubrirme, descubro a los otros. Sin ellos, yo no soy. Pero ese descubrimiento es, asimismo, una invención: al verme a mí mismo, veo a los otros, mis semejantes; al verlos a ellos, me veo a mí mismo. Ejercicio de la imaginación activa, la libertad es una perpetua invención.

Vivimos el fin de un período histórico y el comienzo de otro. Dos grandes guerras, varias revoluciones y otros trastornos sociales y políticos han marcado a nuestro siglo. Muchos pueblos y muchas tierras han sufrido prolongados eclipses de las libertades públicas. La clase intelectual --si es que los intelectuales son una clase-- tampoco ha salido indemne de esa gran prueba histórica. Nuestro siglo ha sido el de la trahison des clerics, como llamó Benda a la deserción de los intelectuales. La enfermedad totalitaria contagió a filósofos y a poetas, a dramaturgos y a novelistas. Pero no todos cedieron y es imposible olvidar a todos aquellos escritores que hicieron, desde 1920, una crítica lúcida y valerosa a los grandes sistemas totalitarios modernos, el nazi y el comunista. En la memoria de todos nosotros están los nombres de los intelectuales que se han enfrentado, rodeados de hostilidad, a los despotismos del siglo XX. La lista es grande. El número de las víctimas también es largo y está compuesto por poetas y novelistas, filósofos y pintores, músicos y periodistas. Entre esos combatientes por la libertad se encuentran muchos de ustedes, que han padecido cárcel, destierro y vejaciones por sus ideas.

Hoy la revolución pacífica de los pueblos de la Europa central y de la Unión Soviética, así como el regreso de América Latina a la democracia --todavía falta Cuba--, nos obliga a otro tipo de reflexión. El gran tema del pasado inmediato fue la crítica de los poderes enemigos de la libertad; el del tiempo que viene es el de su invención: ¿cómo los pueblos, sobre todo los de Europa del Este y de América Latina, podrán edificar la casa de la nueva democracia? Con esta pregunta comienza la primera conversación de nuestro encuentro: "Del socialismo autoritario a la difícil libertad". Tiene la palabra Leszek Kolakowski.

México, a 27 de agosto de 1990
 
 
2. Balance y perspectivas

El recuento del siglo XX es estremecedor: dos guerras mundiales, el nazismo y el comunismo, sus campos de concentración, sus millones de víctimas y, durante años y años suspendida sobre nuestras cabezas, la amenaza de un conflicto nuclear que habría puesto fin a la civilización y aun a la especie humana y a la vida misma en el planeta. De pronto, en un extremo de Europa, allí donde el totalitarismo comunista parece haber impuesto un crepúsculo permanente, el horizonte comenzó a despejarse. Hoy vivimos el alba de la libertad. La importancia de este encuentro consiste, precisamente, en que un grupo de intelectuales independientes de Europa y de América se han reunido para deliberar, en libre diálogo, sobre lo que será sin duda la tarea más urgente de los tiempos que viven, a menos que la historia vuelva a sorprendernos con algunos de sus crueles cambios: ¿cómo construir la casa universal de la libertad? Algunos nos dicen: ¿no olvidan ustedes a la justicia? Respondo: la libertad, para realizarse plenamente, es inseparable de la justicia. La libertad sin justicia degenera en anarquía y termina en despotismo. Pero asimismo: sin libertad no hay verdadera justicia.

La importancia de este debate internacional ha sido doble: intelectual y moral. Intelectual por la calidad de los participantes, todos ellos notables en sus respectivos dominios y especialidades; moral porque todos han sido combatientes de la libertad. Muchos entre ellos han sido víctimas de los nazis y los comunistas, han conocido sus campos de concentración y sus cárceles o han sufrido largos años de destierro. "Todos han sido insultados por la propaganda comunista, como hoy lo hemos sido, en cierta prensa mexicana, por escritores y periodistas que nos han llamado, con poca escrupulosa incontinencia verbal, fascistas e incluso estalinistas. Son gente que tienen tan larga la lengua como corto el entendimiento.

Nuestro encuentro se ha caracterizado por la diversidad de las opiniones y los criterios. Abundaron las discrepancias y las divergencias. Ha sido un signo de salud intelectual y moral: la uniformidad es la muerte de espíritu, la petrificación del pensamiento. Sin embargo, creo que nuestras coincidencias no han sido menos grandes y decisivas que nuestras diferencias. Mencionaré las que me parecen esenciales.

En primer término: la afirmación de la democracia como la única forma de convivencia política civilizada. Creemos en la soberanía popular, en la elección libre de las autoridades y en un régimen de derecho que preserve a la sociedad lo mismo de la tiranía de un hombre o de una oligarquía que del despotismo de la mayoría, es decir, que salvaguarde los derechos de las minorías y de los individuos.

La democracia económica es el necesario complemento de la democracia política. El mercado libre es el sistema mejor --tal vez el único-- para asegurar el desarrollo económico de las sociedades y el bienestar de las mayorías. Así como las libertades políticas, en regímenes democráticos, implica el respeto a los derechos de las minorías y de los individuos. El libre juego de las fuerzas económicas --liberado de la voluntad arbitraria del Estado tanto como de los monopolios privados-- debe estar regido por la ley y por la sociedad misma, es decir, por los productores, los intermediarios y los consumidores. El mercado no puede ser simple y ciego mecanismo sino que es el resultado de un acuerdo colectivo. El mercado es una de las expresiones del pacto social. Creo no equivocarme si digo que la mayoría entre nosotros está a igual distancia del Estado-patrón y del laissez-faire absoluto.

En la esfera de la cultura todos nosotros afirmamos la libertad de pensar, escribir y publicar obras literarias. Una libertad que se extiende a las otras artes. La literatura moderna nació, en el siglo XVlll, frente a las pretensiones del Estado absolutista y de las distintas iglesias; en el siglo XlX, no son eclipses, la literatura libre creció e hizo la descripción y la crítica de los poderes establecidos y de las mentiras e ilusiones de la sociedad civilizada. El siglo XX ha sido un siglo de grandes creaciones literarias y de un osado pensamiento filosófico y científico, pero también ha sido el de las grandes persecuciones intelectuales y artísticas, sobre todo aunque no únicamente por los dos grandes y crueles totalitarismos. La segunda guerra acabó con el nazismo. La revolución pacífica de los pueblos de la Unión Soviética y de la Europa central ha derribado la pirámide burocrática comunista.

Esa inmensa victoria contra el sistema totalitario no debe cerrar nuestros ojos ante otros peligros. La literatura moderna no esta a salvo de grandes amenazas. Pienso en la solapada dominación del dinero y el comercio en el mundo del arte y la literatura. Las leyes del mercado no son estrictamente aplicables a la literatura, al pensamiento y al arte. Las grandes obras de nuestra civilización han sido casi siempre obras marginales o subversivas, dirigidas a una minoría, obras que encontraron indiferencia y aun oposición cuando aparecieron. La salud de una literatura --es decir, de una civilización-- depende de la variedad y la singularidad de sus voces, personalidades y corrientes. Las potencias meramente comerciales, regidas por el criterio del éxito y la venta, tienden a la uniformidad --máscara de la muerte.

La historia de la literatura, del pensamiento y del arte moderno es inseparable de la historia de las libertades públicas. Allí donde perece la libertad, el pensamiento y la literatura perecen. La libertad es la sangre invisible que anima a la literatura y a la sociedad entera.

México, a 2 de septiembre de 1990
*Palabras en la inauguración y la clausura del Encuentro Internacional de Vuelta (México, 27 de agosto a 2 de septiembre de 1990).
 

Brindis en Estocolmo

Majestades, señoras y señores:

Seré muy breve, sin embargo, como el tiempo es inelástico, ustedes tendrán que oírme durante ciento ochenta largos segundos.

Vivimos no sólo el fin de un siglo de un período histórico. ¿Qué nacerá del derrumbe de las ideologías? ¿Amanece una era de concordia universal y de libertad para todos o regresarán las idolatrías tribales y los fanatismos religiosos, con su caudal de discordia y tiranías? Las poderosas democracias que han conquistado la abundancia en la libertad ¿Serán menos egoístas y más comprensivas con las naciones desposeídas? ¿Aprenderán éstas a desconfiar de los doctrinarios violentos que las han llevado al fracaso? Y en esa parte del mundo que es la mía, América Latina, y especialmente en México, mi patria: ¿Alcanzaremos al fin la verdadera modernidad, que no es únicamente democracia política, prosperidad económica y justicia social sino reconciliación con nuestra tradición y con nosotros mismos? Imposible saberlo. El pasado reciente nos enseña que nadie tiene las llaves de la historia. El siglo se cierra con muchas interrogaciones.

Algo sabemos, sin embargo: la vida en nuestro planeta corre graves riesgos. Nuestro irreflexivo culto al progreso y los avances mismos de nuestra lucha por dominar la naturaleza se han convertido en una carrera suicida. En el momento en el que comenzamos a descifrar los secretos de las galaxias y de las partículas atómicas, los enigmas de la biología molecular y los del origen de la vida, hemos herido en su centro a la naturaleza. Por esto, cualesquiera que sean las formas de organización política y social que adopten las naciones, la cuestión más inmediata y apremiante es la supervivencia del medio natural. Defender a la naturaleza es defender a los hombres.

Al finalizar el siglo hemos descubierto que somos parte de un inmenso sistema - o conjunto de sistemas- que va de las plantas y los animales a las células, las moléculas, los átomos y las estrellas. Somos un eslabón de "la cadena del ser", como llamaban los antiguos filósofos al universo. Uno de los gestos más antiguos del hombre -un gesto que, desde el comienzo, repetimos  - es alzar la cabeza y contemplar, con asombro, el cielo estrellado. Casi siempre esa contemplación termina con un sentimiento de fraternidad con el universo. Hace años, una noche en el campo, mientras contemplaba un cielo puro y rico de estrellas, oí entre las hierbas obscuras el son metálico de los élitros
de un grillo. Había una extraña correspondencia entre la palpitación nocturna del firmamento y la musiquilla del insecto. Escribí estas líneas:
 

Es grande el cielo
y arriba siembran mundos.
Imperturbable,
prosigue en tanta noche
el grillo berbiquí.
 
 Estrellas, colinas, nubes, árboles, pájaros, grillos, hombres: cada uno es un mundo, cada uno un mundo -y no obstante todos esos mundos se corresponden. Sólo si renace entre nosotros el sentimiento de hermandad con la naturaleza, podremos defender a la vida. No es imposible: fraternidad es una palabra que pertenece por igual a la tradición liberal y a la socialista, a la científica y a la religiosa.
Al paso, Seix Barral, 1992,pp.180-187.
 
Christopher Domínguez Michael
 (Selección y montaje de textos)
Primera edición: periódico Reforma, 13 de abril de 1994,  pp. 12D y 13D
 
 
(1974-1984)  Nota biobibliográfica 


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