Quiero empezar este ensayo con una metáfora que englobe
las palabras de su título: un cuerpo --la poesía-- con dos
alas --el sueño y lo desconocido. Si hay algo en común entre
estos dos últimos términos es su sentido paralelo de algo
no fijo, de algo que está en proceso. Lo desconocido tiende siempre
al conocimiento, y los sueños se mueven hacia cierto tipo de materialización
despierta. Relacionar ambas cosas con la poesía es imaginar que
esas dos alas le permiten a la poesía volar, y que ésta les
da dirección.
W. B. Yeats decía que "en los sueños
comienza la responsabilidad". La relación entre la emoción
personal de un poeta y un poema terminado es paralela, para mí,
al dicho de Yeats, y trabaja en distintos niveles. El poeta estadounidense
John Berryman tiene un libro entero de poemas basados en sus sueños.
Pero éste es un tema diferente del que aquí expongo, ya que
en su caso se trata de una manera particular de relacionar sueño
y poesía, pero no el único. Y yo estoy más interesado
en las coincidencias entre estos dos temas que en un posible desarrollo
de uno hacia el otro.
Creo que los sueños se mueven de la misma
manera que funcionan las estructuras retóricas en un poema. En ellos
tenemos algo muy cercano a narrativas, figuras y tópicos: lo contrario
a un discurso lógico. Aparte de todas las teorías sobre el
sueño que conozcamos, del psicoanálisis a la neurología
y de los mitos a la experiencia diaria, en ellos organizamos experiencias
que no son enteramente racionales. Un sueño nos está diciendo
algo a nosotros mismos, y lo podemos interpretar de distintas maneras.
Si seguimos sus propias olas misteriosas nos acercamos a algo que está
en nosotros que no puede ser descrito en su totalidad de una manera lógica.
Los sueños tienen que ver con las emociones, y estas no son traducibles,
sólo experimentadas y, si alcanzamos la responsabilidad, conocidas.
Para Yeats, los sueños son el origen de una actitud verdaderamente
responsable hacia nuestras propias vidas. La manera en la que lidiamos
con ellos es crucial para entender nuestra situación en un momento
particular. Ahora bien, la responsabilidad no es una palabra con letras
mayúsculas que nos imponga una serie de reglas, sino una relación
entre nuestras emociones, nuestros pensamientos y nuestros actos. Decir
que "en los sueños comienza la responsabilidad" significa precisamente
que ser responsable es tomar nuestras vidas emocionales en nuestras propias
manos. Responsabilidad no significa culpa. La culpa es una falta continua,
mientras que la responsabilidad es la confrontación con lo
que falta. Y esto mismo es lo que pasa en un poema.
Yo no creo que un poeta escoja una metáfora,
o una imagen, cuando escribe un poema. Esto no quiere decir que no tenga
la menor idea de los sentimientos involucrados, o incluso del tema general
del poema. Pero en el proceso de escribir el primer borrador surgen muchísimas
cosas que no se habían previsto. Las palabras que aparecen, el ritmo
encontrado, la respiración en la que se despliega no es parte de,
digámoslo así, una agenda. En mi experiencia personal, incluso
escribir un soneto, que es una de las formas métricas más
trabajadas en español, nunca puede estar programado. Los sonetos
como programa sólo cumplen una mera formalidad. Alguna vez me di
cuenta que escribía sonetos cuando estaba enojado. Descubrí
que su forma, apretada y constreñida, permitía expresar ese
enojo, e ironizarlo. La forma del soneto había sido, en mi caso,
una necesidad.
Empezar con una metáfora me ha permitido
moverme con cierta intensidad y flexibilidad dentro de mi argumento. Ni
el sueño ni lo desconocido son palabras que se completen a sí
mismas. En la vibración de su significado hay una falta, algo sobre
lo que se tiene que actuar, algo por elaborarse. Aquí entra la responsabilidad.
Por otro lado, la poesía es en sí misma una especie de portador
o de mensajero. No sabe hacia dónde va ni qué encuentra.
Viene de lo desconocido y está hecha de los materiales del sueño.
Pero va, y llega a cierto sitio. La responsabilidad en poesía no
significa, por supuesto, escribir poemas "bien hechos", ni poemas "políticamente
correctos". Un poema trabaja tanto con las buenas como con las malas intenciones
de un poeta, con sus fuerzas y con sus prejuicios. Como en los sueños,
en la poesía no controlamos nuestros sentimientos. Más adelante
podemos entenderlos, a veces. Ser responsables, en poesía, significa
aceptar esto, incluso cuando racionalmente no nos gusten del todo esos
sentimientos. Dentro del poema tenemos que aceptarlos. Tenemos que reconocer
y exponer nuestros odios y nuestros amores, y la manera en la que odiamos
y la manera en la que queremos. Tiene que ser así, ya que la poesía
no es nunca un discurso profiláctico, sino una manera de escribir
y hablar, una manera de utilizar el lenguaje que incorpora toda la experiencia
de un poeta, o, mejor dicho, que incorpora al poeta en su totalidad. No
esta escrito con la mente sino con todo el cuerpo, y esa es la razón
por la cual el ritmo es tan importante: el ritmo es una translación
de la respiración de un poeta, en el sentido en el que pensamos
como respiramos, especialmente cuando estamos emocionalmente activos --o
emocionalmente en blanco, como se puede ver en la asfixia y extrema economía
lingüística de The Hollow Men de T. S. Eliot.
La responsabilidad significa aceptar la complejidad
de nuestros sentimientos y ser capaz, también, en caso de que uno
sea un poeta, de ponerlos en palabras. En este sentido la responsabilidad
trabaja siempre con algo desconocido que, a través de un proceso
lingüístico, que no es lógico sino retórico,
se encuentra a sí mismo. Encuentra su camino a través de
una serie de confrontaciones que no son siempre fáciles, y que son
el resultado de un fuerte esfuerzo intelectual. Incluso si el poeta está
hablando de experiencias de debilidad, el proceso que permite su traslación
en poema no puede ser débil. Lleva, como decía, la totalidad
del poeta lograr este encuentro.
Comparé la relación entre el sueño,
la poesía y lo desconocido con la metáfora de un pájaro.
Utilizar una metáfora para explicar algo nos lleva a un lugar en
el que las certezas se ponen en duda. Sería muy diferente si hubiera
empezado por analizar la relación entre la poesía y el sueño
y entre la poesía y lo desconocido (ya que "lo desconocido" es parte
del problema del conocimiento). Desde el principio una metáfora
desautoriza cualquier significado particular y específico, y abre
dentro del lenguaje una vibración de sentidos que no puede ser completamente
codificada. Preferí por lo tanto permitirme buscar entre las tensiones
que conforman el título, en lugar de seguir los caminos separados
que estas tres palabras tienen como entidades. Esto me lleva finalmente
a dos negaciones: no creo que sea posible escribir poesía sobre
lo conocido, y no creo que exista poesía que no surja de algo parecido
al mecanismo del sueño.
Por lo tanto, escribir y leer poesía significa
desde el principio lidiar con cosas desconocidas y estarse moviendo en
el reino de los sueños. Cuando afirmo que no existe poesía
de lo conocido no estoy diciendo que la poesía comercie con cosas
irreales, sino que la manera en la cual trata con las palabras fuerza siempre
una nueva reconstrucción del conocimiento y una nueva puesta de
la realidad. Incluso en esos poemas más cercanos a los "hechos",
como son los poemas políticos o los poemas sobre el paisaje, la
única manera de poder expresarlos es forzar las palabras para que
encuentren sentido. Lo cual quiere decir que el sentido nunca es previo
al poema: es siempre algo que se desarrolla durante su construcción,
y que se alcanza en él. Por lo tanto, desde el principio la poesía
es siempre poesía de lo desconocido.
Creo que para escribir poesía es necesario
primero hacer un movimiento interno, una anagnórisis, en la que
no sabemos exactamente qué estamos siguiendo ni qué vamos
a encontrar. No es un movimiento ciego pero, por lo menos en mi caso, es
siempre necesario sobreponerme a un primer movimiento que es muy tenso
y que, una vez suelto, permite la expresión de cosas que yo no conocía.
Es un movimiento acumulativo que ha estado reuniendo distintas experiencias
aparentemente no relacionadas. Puede ser por ejemplo ver un tiburón
en un acuario, sentir la forma en que se mueve de un lado a otro, experimentar
la suavidad de sus costillas, su boca, su silencio. Muchos días
después, o meses, o incluso años, uno puede recuperar esa
experiencia incrustada en otra, quizás mucho más íntima
y oscura. Esta confrontación, equivalente a la manera en que el
sueño funciona, permite que el poema se escriba.
¿Qué estamos diciendo exactamente
en el momento que escribimos un poema? Definitivamente no es el sufrimiento
o goce anterior al momento de escribir. Un poema no es sólo la experiencia
personal e íntima que queramos expresar. Hay algo "desconocido"
que fuerza su camino dentro del poema. Y esto "desconocido" está
compuesto de varias cosas. Primero es el lenguaje, como un campo común
en el que los humanos nos movemos, pero en el cual no siempre sabemos cómo
movernos ni hacia dónde nos lleva. El lenguaje es lo primero "desconocido'
que enfrentamos, algo que se mueve dentro y fuera de nosotros, y que en
poesía se expresa en ritmos, rimas, oscilaciones y significados
relacionados. Luego, muchísimas experiencias y conocimientos que
no sabíamos que estaban articulados, o que podían articularse,
con esa emoción. La emoción que fuerza a un poema busca sus
fuentes y sus caminos de expresión, y el poema no es la traslación
de esa emoción, sino una articulación de experiencias, emociones,
imágenes y ritmos que se encuentran en el momento de su propia escritura.
Ernst Jünger decía que "no fracasamos
por culpa de nuestros sueños sino por no soñarlos con suficiente
intensidad". Como la cita de Yeats, también ésta subraya
el fuerte vínculo entre el sueño y la realidad. También,
y más importante aún, muestra que este vínculo no
es algo dado, sino algo que tiene que trabajarse y actuarse. Con la poesía,
como con el sueño, también se tiene una responsabilidad.
Por eso es que no es únicamente una experiencia estética,
sino también una experiencia moral. La poesía fuerza a que
algo informe adquiera forma, y tiene la responsabilidad de hacer que impulsos
oscuros y ocupaciones claras se confronten mutuamente, reaccionen y tengan
sentido de manera conjunta. Este sentido no puede ser previsto, ya que
la poesía nunca prueba una tesis en particular. No es una demostración
sino una actuación y una acción.
El movimiento de un poema viene de esos impulsos,
tanto oscuros como claros, pero su construcción necesita de una
capacidad para actuar en ambos reinos. Un poeta debe permitirse a sí
mismo ser llevado por esos impulsos, y al mismo tiempo tener la fuerza
para navegar esos impulsos. Es un moviento de lo ya conocido a lo desconocido,
y un movimiento del sueño hacia lo real. Es también un reconocimiento
de lo desconocido y una dislocación y desarme de lo real. Como decía
Wallace Stevens, "no la idea de la cosa sino la cosa misma". Y ésta
no puede ser preparada. Como la vida real.
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