Serpiente
Encerrada en el círculo lento de sus actos 
se desenrosca azul y colorada y amarilla,  
una hilera de anillos estropeados, 
güichi, güichi, la tierra raspa, duele, 
se incrusta granulenta en la morosidad del cuerpo. 
Se arrastra, güichi, güichi. 
Apenas mueve alguna rama, 
hace correr un ras de polvo, 
una línea del suelo. 
Alzada queda del esplendor plano por un impulso cervical, 
por una continuidad de mil argollas que avanzan, 
por un esfuerzo contráctil y apretado. 
Al mismo tiempo la punta de la cola,  
el latigazo alerta, 
la lengua como perro agazapada al piso. 
Toda la fuerza y el enojo se untan al suelo, 
se adentran,  
se achatan tensos a su presa. 
 
  
   (Inédito)


 
 
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