Para mi hija
Bajo el torrente matinal de mayo,
mamá nos dicta la jaculatoria:
San Isidro Labrador,
quita el agua, pon el sol.
Nuestro murmullo es nada
junto al canto del zinc:
redoble de la lluvia,
tambor interminable.
Tres días con sus noches
el agua entonará
su oración en las láminas.
Nosotros no sabíamos
que el Labrador oraba,
mientras manos de ángel
hacían su trabajo;
pero al cesar la lluvia
y al abrir las ventanas,
el ángel era un pájaro
que agitaba sus alas.
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