Día de campo
 
Y la araña cosecha lo que el verano siembra;
la mirada de azoro de los adolescentes
en la linfa dorada de los convalescientes.
Sí, la araña cosecha y el ser humano tiembla.

El otoño descarna en su infiel sumidero
la ciruela que nace entre el iris y el cielo
desvariante de Abril. Con puntilla, con celo
el otoño desalma, pudre el abrevadero.

Se desbarata en gajos el bochorno, esa orilla
mustia de telaraña que la piel desconecta
de las puntas del sol, y que la peste infesta
cuando desata el campo su ataúd de varilla.

El ocaso carcome las maderas del día
desmorona en sus hornos incumplido el deseo.
Manoseamos las fotos de algún primer paseo
que el fracaso carcome y que el desgano alivia.

El ser humano tiembla en la vela y acecha,
aceite de la noche, el palpitar de un tren:
se resigna a la espera, a la silla, al café,
a ser humano a secas, con memoria y sin fecha.
 

 
      (Las cosas no naturales) 


 
 
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