CANTO A UN DIOS MINERAL
35-37
 
 
GLOSA
A otra vida oye ser, y en un instante 
la lejana se une al titubeante 
latido de la entraña; 
al instinto un amor llama a su objeto; 
y afuera en vano un porvenir completo 
la considera extraña. 

El aire tenso y musical espera; 
y eleva y fija la creciente esfera, 
sonora, una mañana: 
la forman ondas que juntó un sonido, 
como en la flor y enjambre del oído 
misteriosa campana. 

Ése es el fruto que del tiempo es dueño; 
en él la entraña su pavor, su sueño 
y su labor termina.  
El sabor que destila la tiniebla 
es el propio sentido, que otros puebla 
y el futuro domina.

Lo que había parecido distante y lejano de lo que vivía "en el fondo aterrado", se une al "latido de la entraña". El deseo de conocimiento que había aparecido al inicio, de lo puramente sensorial y racional, ha dado lugar al amor y al instinto en una gran conciliación. No importa que lo que suceda afuera, "un porvenir completo", pueda considerar esto extraño (35). Amanece, el aire es tenso y musical. En la mañana se eleva una esfera sonora formada de ondas que reunió un sonido. Puede ser el sonido de la palabra que, como "misteriosa campana", juntó un enjambre alrededor de la flor del oído (36). Este es el fruto que es dueño del tiempo: la creación poética. En él, la entraña termina su pavor, su labor y su sueño. El sabor que se desprende de la tiniebla (de la entraña inescrutable de la materia y de la conciencia) es el propio sentido que a otros individuos puebla (como el eco que resuena y repite lo proferido por la lengua y el lenguaje) y que domina el futuro. La comunicación de la experiencia única de una conciencia que se debate en conocer el exterior y conocerse se transmitirá para siempre al futuro a través de la palabra escrita.
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