A otra vida oye ser, y en un instante
la lejana se une al titubeante
latido de la entraña;
al instinto un amor llama a su objeto;
y afuera en vano un porvenir completo
la considera extraña.
El aire tenso y musical espera;
y eleva y fija la creciente esfera,
sonora, una mañana:
la forman ondas que juntó un sonido,
como en la flor y enjambre del oído
misteriosa campana.
Ése es el fruto que del tiempo es dueño;
en él la entraña su pavor, su sueño
y su labor termina.
El sabor que destila la tiniebla
es el propio sentido, que otros puebla
y el futuro domina. |
Lo que había parecido distante
y lejano de lo que vivía "en el fondo aterrado", se une al "latido
de la entraña". El deseo de conocimiento que había aparecido
al inicio, de lo puramente sensorial y racional, ha dado lugar al amor
y al instinto en una gran conciliación. No importa que lo que suceda
afuera, "un porvenir completo", pueda considerar esto extraño (35).
Amanece, el aire es tenso y musical. En la mañana se eleva una esfera
sonora formada de ondas que reunió un sonido. Puede ser el sonido
de la palabra que, como "misteriosa campana", juntó un enjambre
alrededor de la flor del oído (36). Este es el fruto que es dueño
del tiempo: la creación poética. En él, la entraña
termina su pavor, su labor y su sueño. El sabor que se desprende
de la tiniebla (de la entraña inescrutable de la materia y de la
conciencia) es el propio sentido que a otros individuos puebla (como el
eco que resuena y repite lo proferido por la lengua y el lenguaje) y que
domina el futuro. La comunicación de la experiencia única
de una conciencia que se debate en conocer el exterior y conocerse se transmitirá
para siempre al futuro a través de la palabra escrita. |