CANTO A UN DIOS MINERAL
31-34
 
 
GLOSA
Oh, eternidad, oh, hueco azul, vibrante 
en que la forma oculta y delirante 
su vibración no apaga, 
porque brilla en los muros permanentes 
que labra y edifica transparentes, 
la onda tortuosa y vaga. 

Oh, eternidad, la muerte es la medida,  
compás y azar de cada frágil vida, 
la numera la Parca. 
Y alzan tus muros las dispersas horas, 
que distantes o próximas, sonoras 
allí graban su marca. 

Denso el silencio trague al negro, obscuro 
rumor, como el sabor futuro 
sólo la entraña guarde 
y forme en sus recónditas moradas, 
su sombra ceda formas alumbradas 
a la palabra que arde. 

No al oído que al antro se aproxima 
que al banal espacio, por encima 
del hondo laberinto 
las voces intrincadas en sus vetas 
originales vayan, más secretas 
de otra boca al recinto.

Se abandona el tono meramente descriptivo para introducir un gesto vocativo, una exhortación. Primero, el poeta apela a la eternidad. La llama "hueco azul, vibrante" en el que la forma oculta y delirante no apaga su vibración porque brilla en los muros permanentes y transparentes que edifica la onda tortuosa y vaga (31). [Es decir, la forma no se abate ante la eternidad porque permanece en la memoria]. El poeta le dice a la eternidad que la "muerte es la medida" que rige cada "frágil vida". Las horas dispersas, distantes o próximas, alzan los muros de la eternidad y allí, sonoras, graban su marca (32). [En la muerte es donde parece conseguirse la intemporalidad buscada]. 
 Desea que el silencio se trague el negro y oscuro rumor que se agita en el interior convulso, el ruido de la memoria. Que "como el sabor futuro", sólo guarde y forme la entraña en sus recónditas moradas. Que la sombra del rumor ceda formas alumbradas a la palabra que arde. [Es decir, el poeta desea que se eliminen los rumores provenientes de la memoria y se conserve y se forme en sus moradas recónditas sólo la entraña del lenguaje que tendrá una forma siempre futura, siempre mutante pero también siempre eterna. De esta manera, se retirarán las sombras por la acción de la palabra] (33). Por último, esas palabras, en las que se conjugan percepción y memoria, "voces intrincadas en sus vetas originales", no deberán ir sólo al oído que se aproxime al antro en que se encuentran, sino que deberán salir al banal espacio, atravesar el hondo laberinto y situarse en otra boca que las haga más secretas, más íntimas, y las coloque en otro recinto. 
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