21 En una carta fechada el 11 de marzo de 1929, Aldous Huxley le da noticia a Valéry de que leyó su introducción a Les Fleurs du Mal. Explica que la observación de que los ingleses y estadounidenses aprecien menos a Poe que los franceses se debe a que éstos últimos están "dotados de una sordera y de un enceguecimiento dichosos" propios de quienes no conocen profundamente la lengua. Huxley encuentra en Poe un aire penosamente populachero, en cuanto a ritmo y armonía, que impiden que se le considere un gran poeta.
Ese mismo año Huxley publicó su ensayo Baudelaire en el que menciona el prólogo de Valéry. Coincide con él en que Baudelaire es el poeta de la modernidad pero critica duramente su actitud romántica impostada, su "satanismo aristocrático [que] era puramente platónico y verbal" (p. 24). Además, Huxley agrega que el hecho de que el más importante de los poetas modernos haya sido un satánico enfermo de absoluto es un asunto que ha perdido su importancia. Si ya desde la época de Baudelaire, para ser satánico era necesario ser deísta, en nuestro tiempo el vacío de Dios ha crecido de tal manera que se ha vuelto poco probable y hasta ridículo un "dandismo" de ese corte. El libertinaje ha dejado de ser trágico para convertirse en preocupación clínica. "Nos encontramos, por lo que se refiere a nuestros pecados, en un estado de espíritu científico y no satánico" (p. 46). Lo valioso de Baudelaire son sus virtudes literarias, la incomparable energía con que describe los sentimientos del hombre, especialmente el tedio, un mal verdaderamente moderno. (Cf. Aldous Huxley, Baudelaire, trad. José Luis Martínez).
Según cuenta Louis Panabière, Cuesta leyó y releyó este ensayo. Cuando Huxley visitó México en 1933 --el año anterior a que Cuesta escribiera "El diablo en la poesía"-- se empeñó en encontrarse con el ensayista mexicano (Cf. Louis Panabière, op. cit. p. 65). El diabolismo adoptado por Cuesta en su texto es un diabolismo cultural (contra instituciones como la Iglesia, los partidos comunistas, la tradición en general y a favor de la curiosidad, la investigación y la ciencia) y no un diabolismo personal (de mártir, de marginado romántico que explota su pathos) como el que critica Huxley en Baudelaire.
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