VI

a) Los muertos familiares de Sabines ya forman parte de nuestra iconografía literaria. ¿Qué poeta o buen lector de poesía mexicanos no sabe quiénes son la tía Chofi, el Mayor Sabines o Doña Luz? Sofia, Chofi, una pobre y solitaria mujer, una solterona jorobada y virgen, quien, sin embargo, vivió sólo para consagrarse a los demás en un resignado sacrificio, sin retribución, pero que a la postre no hacía sino estorbar como una cosa que está allí. Es una de esas tías solteronas, que suele haber en las familias, y por las que se siente hasta las íntimas fibras del corazón una ternura y una piedad sin fondo.

    Tan miserable fuiste que te pasaste dando tu vida
    a todos. Pedías para dar, desvalida.
    Y no tenías el gesto agrio de las solteronas
    porque tu virginidad fue como una preñez de
    muchos hijos.
    En el medio justo de dos o tres ideas que llenaron
    tu vida
    te repetías incansablemente
    y eras la misma cosa siempre.
b) En 1961 empezó para Sabines una década terrible de fallecimientos familiares. Primero fue el padre. ¿Cómo, en un medio tan reservado públicamente en sus afectos familiares como el mexicano, Sabines pudo escribir una elegía tan descarnada y brutal? ¿Cómo se atrevió en ciertos pasajes, de una manera tan franca que llega a ser feroz, a describir la enfermedad del padre y su descomposición corporal en la muerte? Entre esos pasajes, donde hay también un humor rabioso y negro, fulgen en la ventana del corazón instantes de dulzura, de delicadeza y de esperanza o instantes donde cae el peso del dolor y la tristeza hasta aplastarnos.

Lo único semejante a una descripción tan brutal de la muerte de un padre en nuestra lírica es un pasaje deOctavio Paz en Pasado en claro, quizá el más desgarradamente doloroso de toda la obra de éste: 

    Del vómito a la sed,
    atado al potro del alcohol,
    mi padre iba y venía entre las llamas.
    Por los durmientes y los rieles
    de una estación de moscas y de polvo
    una tarde juntamos sus pedazos.
    Yo nunca pude hablar con él.
    Lo encuentro ahora en sueños,
    esa borrosa patria de los muertos.
    Hablábamos siempre de otras cosas.
Pero en Paz la alianza familiar, como se trasluce en losversos, es penosamente ilusoria, mientras en Sabines es viva, orgánica,como de clan árabe. Los afectos en estas sociedades familiares cerradas ahondan de tal forma que un agravio a un miembro es contra todos. El cariño hacia el padre era de tal hondura que en 1964, tres años despuésde su muerte y de haber escrito lo que ahora leemos como la primera parte,el poeta vivía acosado por el fantasma y sentía que no había dicho todo. Entonces (las segundas partes pueden ser tan buenas como las primeras) acabó de arrancarse lo que faltaba.

En una entrevista que le hice en 1983, Sabines recuerda la concepción y la ejecución del poema:

"Algo sobre la muerte del Mayor Sabines saliócomo un borbotón de sangre y fuera absolutamente de toda pretensión literaria. Lo digo con claridad en algún verso: '¡Maldito el que crea que esto es un poema!' Lo escribí porque era necesario, porque estaba allí, se me imponía. No tiene mayor complicación temática: es el proceso de la enfermedad y la muerte de mi padre.

El viejo tenía cáncer. En mayo, después de un viaje a Chiapas, empezó a esputar sangre. Lo llevamos al hospital y se descubrió que en el pulmón tenía un tumor canceroso del tamaño de una bola de billar. El 15 de junio de 1961 le hicieron una operación de caballo. Creíamos que se había salvado. Lo llevamos a Acapulco, reconquistando la esperanza de que viviera. Pero volvió a sentirse mal. Se vio entonces que estaba completamente invadido. Por eso cuando hablo en el poema 'Del mar, también del mar', tiene una realidad cierta la referencia. Fueron tres meses y medio de morirse.

Me lastima, me duele recordarlo, es un poema que no puedo leer. Ni a solas ni en público. Lo he leído dos veces en público y me he puesto a llorar.

El tema fue obsesivo. Escribía, escribía. Mi padre murió el 30 de octubre y su cumpleaños fue el 27de noviembre. Seguí escribiendo los sonetos hasta los primeros días de diciembre, y terminé la primera parte. ¿Qué sino pensaba en elegías como las de Manrique o Lorca? No, lo mío era cuestión de llorar".

El poema es una protesta sobrehumana contra a muerte.Es un poema que aprisiona desde el primer verso. Desde que dice:

    Déjame reposar,
    aflojar los músculos del corazón
    y poner a dormitar el alma,
    para poder hablar,
    para poder recordar estos días,
    los más largos del tiempo.
estamos ya expectantes ante lo que sigue, estamos ya dentro del poema. Se pasa entonces a una atmósfera de sanatorio: de cuartos y pasillos blancos, de instrumentos de cirugía, de cercas de agujas, de esperas crispadas, de noches en vela, de interrogaciones angustiosas a doctores y enfermeras que salen del cuarto del paciente y que quizá ignoran más que nadie la dimensión de la tragedia, de gritos afilados y de lamentos sin fin, para pasar entrar luego a una triste resignación ante lo inevitable. Es impresionante para el hijo ver caerse pedazo a pedazo el árbol vigoroso, ver cómo la muerte tiene ya lista el hacha para talarlo.

Ese padre igual a cedro de Líbano o robledal de Chiapas. En el poema estallan y se entrecruzan reclamaciones airadas, maldiciones como escupitajos al rostro, plegarias laicas, palabras de ternura y luz.

Tres años después, al escribir la segunda parte, el mazazo a la cabeza, la cuchillada en el alma, parecen estar más asimilados y curados, y puede escribirse con más distancia, sin que ésta, a la verdad, sea demasiada. Pero ya se tiene la dolorosa conciencia de que se está ante un hecho consumado, ante una evidencia atroz de que, a fin de cuentas, "todo viene, todo pasa, todo se acaba",de que la vida es un préstamo y de que en nuestro paso por la tierra sólo somos como fantasmas o sombras. No regresaremos nunca. No regresará el polvo de oro de la vida. El poema, en esta segunda parte, es más reflexivo, pero en esa reflexión hay descripciones de escalofrío y preguntas estremecedoras.

c) Pocos años después murió la madre.Se terminaba la ascendencia: sólo se podía ver ahora lateralmente o hacia abajo. A diferencia de la elegía al padre, Sabines quiso escribir un poema que dejara de la madre un recuerdo de sosegada agua yde germinación trigal.

La madre quería vivir, insistía en que todo era hermoso, pero su sangre "caía como un muro vencido". En un fragmento de despedida enternecedora (XVII) dice:

    Lloverás en el tiempo de lluvia,
    harás calor en el verano,
    harás frío en el atardecer.
    Volverás a morir otras mil veces.

    FIorecerás cuando florezca.
    no eres nada, nadie, madre.

Esa madre que, como le decía Sabines en una entrevista a Cristina Pacheco, les había enseñado "simplemente el orgullo de ser hombres".

Pero esto fue el cierre. Sabines no quiso escribir más sobre los muertos familiares. Era ya una carga insostenible. Cuando en 1969 murió su hijo Jaime de 22 años, pergeñó un poema largo pero acabó haciéndolo trizas y arrojándolo a la calle. "No es posible pasarse la vida hablando de los muertos. Estoy harto. Me da vergüenza". Su amigo Efraín Huerta retuvo ese instante en un poemínimo:

    Jaime ya no puede con la Muerte: 
    La de su padre el Mayor, 
    La de Doña Luz 
    ("Me ha dejado triste, 
    tirado todo el día sobre mis sueños") 
    Y ahora los veintidós años muertos 

    De Jaimito

    Jaime ya no puede con muerte

    Ahora Jaime-Tigre-Poeta
    Debe poder hasta la muerte con la Vida

Y así ha sido desde entonces. Y así ha sido, porque a fin de cuentas, "es inútil vivir/ pero es más inútil morir". En la muerte no hay nada.
  
V VII


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