CANTO A UN DIOS MINERAL
10-15
 
 
GLOSA
Nada perdura, ¡oh, nubes!, ni descansa. 
Cuando en un agua adormecida y mansa 
un rostro se aventura, 
igual retorna a sí del hondo viaje 
y del lúcido abismo del paisaje 
recobra su figura. 

Íntegra la devuelve el limpio espejo, 
ni otra, ni descompuesta en el reflejo 
cuyas diáfanas redes 
suspenden a la imagen submarina, 
dentro del vidrio inmersa, que la ruina 
detiene en sus paredes. 

¡Qué eternidad parece que le fragua, 
bajo esa tersa atmósfera de agua,  
de un encanto el conjuro 
en una isla a salvo de las horas, 
áurea y serena al pie de las auroras  
perennes del futuro! 

Pero hiende también la imagen, leve, 
del unido cristal en que se mueve 
los átomos compactos: 
se abren antes, se cierran detrás de ella 
y absorben el origen y la huella 
de sus nítidos actos. 

Ay, que del agua el imantado centro 
no fija al hielo que se cuaja adentro 
las flores de su nado; 
una onda se agita, y la estremece 
en una onda más desaparece 
su color congelado. 

La transparencia a sí misma regresa 
y expulsa a la ficción, aunque no cesa; 
pues la memoria oprime 
de la opaca materia que, a la orilla, 
del agua en que la onda juega y brilla, 
se entenebrece y gime. 
 

Entonces ese gesto, ese deseo inicial de la mano, esa búsqueda regresa del hondo y lúcido viaje del paisaje como el rostro que se asoma al espejo del agua adormecida. La conciencia regresa de la materia al espíritu, de la búsqueda de la fijeza en la materia, a ser el "yo" que cambia. Y este yo, de haberse perdido en el hondo paisaje material en esa búsqueda, regresa a su propia imagen en el reflejo. Y ve esa imagen dentro de las paredes vítreas que le otorga la superficie del agua y cree que ahí se detendrá la ruina, que no pasará y podrá suspender el tiempo. Pero al moverse la superficie del agua, tal vez hendida por la misma imagen, la imagen se pierde dentro. Los átomos compactos se abren y se cierran tras ella, absorben el origen y la huella de su acto de reflejar. En un lamento, la voz deplora que lo que se ve dentro no se fije como hielo cuajado. 
 
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